Todos los Martes a las 23 por Frecuencia Zero FM 92.5

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4.8.07

Palermo con autentico olor a bosta


Como todos los años para estas fechas la Exposición Rural Argentina hace su acto de clausura con el consabido show artístico: destrezas a caballo, los gauchos, los cuerpos del ejército de San Martín y Guemes, el malon de los indios, la policía montada y otras representaciones de la historia como las vaquerías en el tiempo del virreinato. Muy lindo, muy pintoresco.
Ahora bien, ¿Qué representan estas puestas en escena? ¿qué nos quieren decir sus organizadores?¿a qué quieren llegar?
Caballos bailando tango junto a supuestos malevos y orilleros en los arrabales porteños, gauchos y chinas danzando gatos y chacareras con los mismos animales que también se entreveran entre el cuerpo de baile que más tarde ejecuta otras danzas. Todo esto y más, en una triste mezcla que no tiene nada que ver con absolutamente nada de lo que fue nuestra historia, o ¿existen registros de que se hayan hecho bailes con caballos en 1800? No, los amados cuadrúpedos permanecían aburridos en el palenque esperando que su dueño terminara la farra para llevarlo a su rancho, ya que el nivel etílico del humano nunca se lo permitía (no había control de alcoholemia).
¿Dantesco, ridículo, falto de basamento histórico, falseado, forzado, vergonzoso? Da igual el mote que Ud. elija ponerle a este espectáculo: a quien escribe le dio vergüenza ajena, sobre todo al conjugar las imágenes con los relatos eufóricamente exagerados de un locutor aparentemente campechano cuya discursiva apelaba de forma constante a La Patria y a la Cultura Nacional, como si lo allí representado, fuera lo único verdaderamente cultural dentro del patrimonio argentino y la argentinidad fuera solamente eso, lo relacionado con el campo, el caballo, el facón y nada más.
Eso si, los pueblos originarios (para ellos los indios) tuvieron como siempre su lugar: detrás de los gauchos venerando a la virgen de Lujan y haciendo de malos al mostrar los “entreveros” con los gauchos buenos que llevaban sus vaquitas; lanceando un poste con harapos y mostrando sus habilidades ecuestres al robar un torito manso y escapar a los saltos por sobre el lomo del caballo.
Si, muy de avanzada la cultura de esta “gente de campo” que aún permanece firme en la convicción de que ¨el indio¨ era borracho y pendenciero y carecía de cosmovisión alguna; que sigue creyéndose acreedora de la patria porque los que la liberaron llevaban poncho como sus peones; que pretenden ser reconocidos como la base fundamental de una Argentina hecha a expensas de su esfuerzo porque ellos vivieron en “la frontera” y hoy siguen haciendo patria.
Patria hecha, claro, a su medida de terratenientes oligarcas que viven despreciando lo propio y se llenan la boca luego al hablar de ello, que viven mirando hacia afuera pero después le hacen un asado a las visitas y se ponen un pañuelo al cuello y una boina en la cabeza.
Quien más quien menos, todos conocemos a la gente de campo que va a la rural: votas de montar de polo o similares, sombreros, poncho, ropa ecuestre toda carísima e incomprable para cualquiera, con un habla distinguida de barrio norte o recoleta pero tonadita ensayada en los encuentros de polo, con un amor inconmensurable por el olor a bosta pero chanell en el cogote. Gente de campo si, pero de la que tiene unos cuantos títulos de propiedad en la mano y el poder para seguir reproduciendo, a través de este tipo de expresiones artísticas, un discurso, una historia totalmente recortada y encajada a presión en un imaginario grupal que tiende a seguir respaldando a los grupos de poder que manejaron y manejan hoy gran parte de la economía y los destinos del país.
Sobre todo si se tiene en cuenta la gruesa capa de barniz patriotero que los gritos del inefable locutor le imprimieron a la puesta en escena que Canal 9 transmitió para todo el país.
En fin, en la Rural de Palermo la mayoría de los rostros que se vieron no presentaban los clásicos signos del deterioro que trae aparejados la real vida de campo. Es más, la gran mayoría de los asistentes ( sacando a los citadinos espectadores que fueron a ver los caballitos) portaba finas, delicadas y costosas prendas de vestir, celulares muy top y ese clásico acento “tipo nada” tan frecuente en la hig society. Lo cual nos habla una realidad en nuestro país: muchos creen todavía que la Exposición Rural de Palermo y los bailecitos de los caballos de Moneta son la realidad del campo argentino, como cuando aquella imagen de Horacio Laport haciendo de indio ranquel en ¨Más alla del horizonte¨ hizo creer a unos cuantos que los pueblos originarios eran así de brutos como el actor.
Pero no, por más que los turistas y muchos lugareños se vayan asombrados, esa no es la realidad… ni siquiera es una aproximación a ella: es solo la visión acomodada, edulcorada, recortada, pauperizada, mezclada y hecha a medida por los dueños legales de la tierra que quieren conservar el statu quo de las cosas para seguir siendo ellos los que, además de ¨hacer patria¨, hagan GUITA, con a anuencia o la ignorancia, o las dos cosas, del resto y, al gran pueblo argentino… SALUD.